El cuerpo y la mente humana son realmente inteligentes. La ira, forma parte de nuestras emociones porque tiene una función que cumplir. En su origen, es adaptativa, o debería serlo si de verdad la utilizamos para lo que está pensada.
Se que me repito cuando hablo de emociones, ya que siempre intento mandar el mismo mensaje: no hay emociones buenas y malas, todas tienen su función y la importancia radica en el uso que hagamos de ellas.
La gestión emocional marca la diferencia entre que disfrutemos de nuestras emociones y nos ayuden en nuestro día a día, o que nos dominen y seamos títeres a su antojo.
¿Qué es la ira?
La ira es una emoción primaria o básica y por lo tanto universal. Esto quiere decir que no tiene influencia cultural y se da en todas las personas de cualquier origen, etnia o nacionalidad.
Está pensada para aparecer ante situaciones de amenaza o peligro y su principal función es dotar a la persona de la energía suficiente y preparar su cuerpo para llevar a cabo planes de acción o de defensa.
Ninguna otra emoción consigue desembocar en una conducta de tanta intensidad y que la actividad se mantenga durante un tiempo tan prolongado como la ira. Es decir, es realmente poderosa, imagínate que la utilizásemos como impulsor o motor.
Causas
- Agresión: cuando somos víctimas de un ataque -no necesariamente tiene que ser físico- es una respuesta adaptativa que puede desencadenar en acciones o conductas relacionadas con la defensa, el contraataque o la huida.
- Miedo: cuando nos sentimos indefensos o vulnerables ante una determinada situación que quizá no sepamos como resolver también puede aparecer la ira.
- Frustración: la frustración es una emoción generalmente difícil de gestionar que fácilmente puede desencadenar en ira ya que solemos sentirnos frustrados ante cosas que obstaculizan nuestros fines u objetivos.
- Inseguridad: la duda, la incertidumbre, el menosprecio, etc que pueden crear inseguridad en una persona puede desembocar en ira al no verse capacitado para afrontar una situación
- Cansancio: cuando nuestro cuerpo y nuestra mente se encuentran agotados resulta sencillo que nos encontremos más irascibles ante situaciones que en otro momento no nos hubieran afectado de esa manera, y puede desencadenar en ira.
Expresión
El objeto que nos puede hacer sentir ira puede ser externo o interno. Esto es, las emociones siempre están relacionadas con los pensamientos, por lo tanto, siempre hay una parte interna latente que influye en la emoción.
Sin embargo, el evento original por el que se produzca puede ser, por ejemplo, un atasco en una autopista -externo- o un olvido que hayas tenido de algo que necesitabas -interno-.
Además, la ira es la emoción que sentimos, otra cosa es la conducta que realizamos con esa emoción. Una emoción, según la persona, las circunstancias, etc. puede desembocar en acciones muy dispares.
Generalmente relacionamos la ira con conductas agresivas, pero no tiene por qué ser así. Bien gestionada puede sernos de gran ayuda en la resolución de conflictos.
No se trata de negarla, reprimirla o extinguirla, ya que eso tampoco sería beneficioso para nuestra salud, sino de intentar aprender a utilizarla a nuestro favor.
Cómo controlar la ira
- Relajación: una de las reacciones frecuentes cuando sentimos ira es actuar de forma impulsiva, sea cual sea la acción. Por lo tanto, aprender a relajarse mediante diferentes técnicas como controlar la respiración y hacer una cuenta o tiempo fuera, que consiste en salir del lugar en el que se está produciendo el conflicto durante unos minutos, te ayudará a rebajar la tensión.
- Comunicación: es importante que ese enfado no se quede dentro, generalmente no trae nada bueno y ayuda también a deshacerte de la sensación de enojo. Tienes todo el derecho a expresar aquello que ha generado tu malestar, lo importante es aprender a hacerlo de una manera asertiva.
- Buscar alternativas: es una medida realmente útil tanto para resolver el conflicto presente como para prevenir cosas que puedan ocurrir en el futuro. Centrarse en la solución del problema en vez de en el problema en sí mismo puede parecer una tarea difícil, y lo es, pero no imposible.
- Aceptación: es importante distinguir cuando nos enfadamos por cosas que nos afectan a nosotros y cuando lo hacemos por cómo son los demás, o cosas que pertenecen a la mochila de otro. Al fin y al cabo, no podemos controlar la conducta de los demás, pero si como nos afecta a nosotros.
- Busca ayuda: si te das cuenta de que por ti mismo no estás siendo capaz de controlar tu ira, busca ayuda. Igual que buscarías un entrenador para aprender a jugar al tenis o un informático para arreglar tu ordenador. El psicólogo te puede ayudar a aprender a gestionar tus emociones.
Se habla mucho de los límites y de aprender a ponérselos a las personas de nuestro entorno, pero tan importante es eso, como saber hacerlo con nosotros mismos.
Una mala gestión de tus emociones puede hacer que no disfrutes de las cosas bonitas de la vida, y que se intensifiquen las malas cuando toquen, no dejes que tus emociones marquen el rumbo sin tu aprobación.