Realmente, no son tantas las cosas, situaciones o emociones, que son malas en sí mismas.
Ojo, no quisiera yo pintar un mundo color de rosa, sí existen algunas, sobre todo aquellas que están relacionadas con la irreversibilidad, que no tienen vuelta a atrás y no se pueden remediar, es decir, que se mantienen en el tiempo.
Sin embargo, de forma general, que algo sea malo o no, tiene más que ver con la percepción que tengamos de esa circunstancia, la capacidad de gestión y los recursos de afrontamiento de los que dispongamos, la intensidad y la frecuencia con la que ocurre, etc. Y con la ansiedad, ocurre lo mismo.
La ansiedad como emoción
La ansiedad es una emoción como la alegría, la tristeza o la ira, y todos podemos sentirla en algún momento. Es completamente normal que nos sintamos ansiosos ante un evento que tiene una gran importancia para nosotros.
No es una emoción agradable, por eso está categorizada dentro del cajón de emociones negativas, igual que tampoco lo es el enfado o la pena. No obstante, no podemos borrarla de nuestro alfabeto emocional, así que aprender a aceptar que forma parte de nuestra cotidianidad nos ayudará a la hora de identificarla para poder anticiparnos a ella, y a gestionarla de una manera más eficaz.
Empatía con la ansiedad del otro
¿Te hacen feliz las mismas cosas que a tu mejor amigo? Bueno, este ejemplo quizá no es el mejor, ya que las amistades, generalmente, se crean en parte por afinidades en común. A lo que me refiero, es que a algunas personas les hace inmensamente felices pasear por la montaña, y a otras les aburre soberanamente.
La ansiedad no es una excepción. Puede que alguien sienta ansiedad ante un examen universitario y la posibilidad de suspenderlo y puede que para otro alguien un examen no suponga un problema, sin embargo, sí sienta ansiedad al conocer a gente nueva.
Para trabajar nuestra propia ansiedad es importante que conozcamos que no todas las personas reaccionan de la misma manera ante las mismas circunstancias. Nos ayudará a no menospreciar lo que para nosotros resulta importante, y a normalizar y entender lo que también es importante para los demás.
La ansiedad y su valor adaptativo
La ansiedad tiene una gran importancia a nivel evolutivo para las especies.
Biológicamente, el estado de ansiedad aparece frente a un peligro real o potencial, o cuando se detecta una situación de amenaza. Se emiten una serie de respuestas en las que se produce una activación fisiológica del cuerpo que nos prepara para la lucha o la huida. Por todo esto, la ansiedad es un recurso fundamental de protección y supervivencia.
El problema reside cuando esa activación fisiológica se produce con una alta frecuencia y/o intensidad, cuando no se produce la desactivación posterior de forma adecuada, o cuando aparece ante situaciones que no suponen un peligro real. En estos casos, es cuando la ansiedad deja de ser adaptativa y puede suponer un conflicto en nuestra vida cotidiana.