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Represión emocional: qué es y cómo la identifico

¿Alguna vez has pensado en la represión emocional? ¿En si a ti te ocurre? ¿En la explicación de por qué lo hacemos o cómo nos afecta? Una de las grandes dificultades de reprimir emociones es que a veces lo tenemos tan normalizado que no nos damos cuenta de que lo hacemos.

No obstante, nuestro cuerpo siempre avisa, de una manera u otra es un agua que rebosa por algún lado. Por eso si aprendemos como identificar esas señales, podremos ponerle solución de forma más sencilla.

¿Qué es la represión emocional?

Reprimir emociones significa evitar sentir o pensar sobre algunas de ellas porque no causan incomodidad por algún motivo. Bien sea que les damos poca importancia, bien que nos resulten dolorosas, o que directamente no sepamos que ocurre.

También puede ocurrir que logremos identificar esa emoción, pero lo que reprimamos sea su expresión. Puede ser porque pensamos que no estamos en derecho o disposición de transmitirlo, porque no nos atrevemos, etc.

Consecuencias de la represión emocional

Sin embargo, como decía Carl Jung “Lo que niegas te somete”. Las emociones que nos negamos a sentir, experimentar, identificar, conocer o expresar, comienzan a actuar de forma autónoma y sin nuestro permiso, supervisión y en muchas ocasiones, consciencia.

Por eso el primer paso es identificar cuáles son las alarmas que nos avisan, y después prestar atención para saber cuándo aparecen y por qué. Sólo así podremos comprender y gestionar nuestros pensamientos y nuestras conductas.

Motivos por los que reprimimos emociones

Aunque no lo sepamos o no logremos verlo en este momento, siempre suele haber un por qué de las cosas.

  • Cultura: hoy en día se han separado las emociones en buenas y malas. Por lo tanto, evitamos sentir las malas porque están mal vistas, dicen algo malo de mí. Sin embargo, reprimirlas no hace que desaparezcan, sino que además resulte más complicado aprender a gestionarla porque no nos permitimos sentirla.
  • Familia: nuestros padres o familiares cercanos con los que nos criamos son espejos para nosotros. Es inevitable que copiemos muchas de creencias, actitudes o comportamientos de ellos incluso sin darnos cuenta. Si ellos reprimían sus emociones puede que nosotros también lo hagamos.
  • Castigo o trauma: si en algún momento hemos vivido una experiencia traumática o un castigo por mostrar o expresar ciertas emociones o sentimientos puede que eso se haya condicionado y hayamos dejado de hacerlo porque implica una consecuencia negativa.

Señales de que estamos reprimiendo nuestras emociones

  1. Miedo: las personas que reprimen sus emociones pueden convencerse de que eso es un acierto. Es más, pueden pensar que dejar de hacerlo les vuelve vulnerables o débiles, y eso no es más que una manifestación del miedo. Al final cuando tememos ser vulnerables, es porque tenemos miedo a que nos hagan daño.
  2. Explosión o escape: esas emociones que reprimimos no desaparecen, ni mucho menos. Todo lo que no gestionamos lo metemos debajo de la alfombra y cuando se acumula tiende a salir por algún sitio. En ocasiones convertirse en conductas de ira o en conductas de evitación como el alcohol o el trabajo.
  3. Somatización: como decíamos justamente arriba, a veces puedes desbordarse de forma física afectándonos al cuerpo, aunque su origen sea psicológico, todo está conectado. Podemos tener cefaleas, problemas digestivos, etc. Que a menudo no encuentran solución al acudir al médico porque no tienen una base orgánica o biológica, sino psicológica.
  4. Ansiedad o estrés: reprimir no es gestionar, el problema sigue presente y al no solucionarlo puede generarnos estrés o ansiedad. Cuanto más tiempo vaya pasando más nos afectará. Por eso el tratamiento de la ansiedad no consiste únicamente en aprender a lidiar con ella, sino en identificar el origen de la misma, que suele ser el problema principal.
  5. Incomodidad: cuando tenemos a reprimir nuestras emociones, nos suele causar incomodidad que otras personas las expresen. Estamos tan poco acostumbrados a ello y nos pone tan en frente nuestro problema que no nos solemos sentir a gusto en esa situación.

¿Cómo trabajar la represión emocional?

Puede ser que ni siquiera sepamos que estamos reprimiendo nuestras emociones, pero que hayamos identificado una de las señales, por ejemplo, que pusimos más arriba y queramos averiguar qué está ocurriendo.

Lo que tendríamos que hacer a partir de ahí es lo siguiente:

  • Identificar la emoción: es importante conocer la definición de diferentes emociones ya que es probable que nos cueste este primer paso, al estar poco habituados a hacerlo. Y, además, tendamos a pensar en las emociones básicas como la alegría o la ira, pero nos cueste más identificar las que son más complejas como la frustración o la nostalgia.
  • Sentir la emoción: puede ser más agradable o menos, pero es importante que pase por nosotros. No juzgarla ni censurarla. Si no, llegará de todas maneras, pero al no aceptarla no podemos gestionarla o canalizarla y, por lo tanto, no sabremos cómo hacer que desaparezca.
  • Escucharla: todas las emociones tienen una función y aparecen por algo. Aprender a preguntarnos el por qué es clave para descifrarla y entenderla.
  • Expresarla: como decíamos, todo lo que entra tiene que salir. Aprender a gestionar nuestras emociones, es también aprender a canalizarlas y expresarlas de una manera adecuada, tanto para nosotros como para los demás.

La represión emocional tiene pocas ventajas y muchas desventajas. Nadie lo elegiría con libertad y conocimiento en el asunto. Por eso aprender a gestionar nuestras emociones es tan poderoso para conseguir nuestros propósitos.

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